Desde un punto de vista positivo, ahora las bandas tienen libertad más o menos absoluta al no estar atadas a las imposiciones de la industria. Los mínimos requerimientos técnicos y los resultados de una calidad considerable, han llevado a muchos músicos a recurrir a la moderna independencia discográfica.
Pero el otro lado de la moneda no ofrece, para nada, un escenario alentador: las propuestas musicales se han diversificado tanto que la libertad e independencia han sido completamente contraproducentes para la música.
El éxito de algunas bandas llevó a muchas otras a seguir los mismos pasos pero con una profunda ausencia de talento y propuesta. Al no existir un filtro eficaz, el mercado se ha abarrotado de propuestas que no tienen otro destino más que los centros de reciclaje de plásticos.
Así, ahora la “industria indie”, que paradójicamente se formó para escapar de la “industria”, arroja al mercado disco tras disco, banda tras banda, en un ardid tan comercial como la industria americana de los one-hit wonders.
El principal logro de la independencia discográfica no es para nada fastuoso: la mutación de fanáticos en músicos (o algo por el estilo).
Ahora, cualquiera que diga saber de música puede aventurarse a los acordes de una guitarra (ya lo vaticinaba Radiohead: everyone can play guitar); e incluso aquellos que saben de música (no melómanos, músicos en el sentido estricto) dan rienda suelta a su experimentación con resultados que no siempre son óptimos.
Si recorremos con paciencia el myspace.com, encontraremos bandas y bandas y bandas y bandas… y muchas de ellas resultan ser una ofensa a nuestro oído interno. Links eternos y cíclicos que nos llevan de una banda que suena a algo parecido a rock-pop-burgués a otra que suena igual o peor, o al revés, no importa.
Esta nueva ola de bandas no es, en todo caso, contestataria. No se aleja de los preceptos de la industria para denunciar sus horrores musicales y burocráticos. Al contrario, se aleja para crear otro cliché confeccionado con las mismas leyes que la gran industria: la moda, la pose, el gusto efímero del público.
Jóvenes burgueses haciendo música para jóvenes burgueses, eso es todo. Jóvenes burgueses con escasos conocimientos musicales soñando el éxito allende las fronteras de su círculo de amigos. De eso se tratan, me temo, los nuevos géneros y formas de producir música.
La generación de jóvenes músicos de nuestro país no ha sido la única enajenada con la producción musical independiente. Una de las comunidades más grandes de música libre (www.jamendo.com) contiene más de 2000 mil producciones (de descarga gratuita) de grupos europeos (en su mayoría franceses)… El ejercicio del sitio es más orientado hacia la difusión que al comercio. Aún así, los métodos de producción son los mismos que en México alimentan una industria fantasma y onanista… con los mismos pavorosos resultados: muchos discos sin razones consistentes en su propuesta, muchas interpretaciones y ejecuciones mediocres, que por nada atraen a un melómano consumado.
Existen músicos y propuestas que, escapando a la industria y eligiendo la independencia, lograron transformar los paradigmas de la creación musical. Es la historia de muchos jazzistas alrededor del mundo, es la historia de todo un género que nutrió con contrarios su postura: el punk. Es la historia de muchos experimentalistas cuyas ideas no cuadraban con los modelos comerciales. Fueron, son los aventurados.
Pero, desgraciadamente, no todos los que nadan en los océanos de la libertad tienen algo que ofrecer… más bien mueren asfixiados… ahogados en un mar de propuestas alternativas y sin sentidos musicales. Se deshacen en esa libertad que es suicida si no se tienen las herramientas para controlarla.
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