Al terminar Stump, Sadus ya estaba echando thrash en el escenario principal. Steve, Darren y Jon se encuentran en su mejor momento como banda y lo demostraron en el escenario. Una ejecución impecable donde la experimentación no faltó. Hubo un momento espectacular en el cual Steve tocaba con la mano derecha el sintetizador, y con la izquierda continuaba el complicado ritmo golpeando las cuerdas contra el diapasón de su bajo. Simplemente impresionante.
Luego del cortón que le dieron a Sadus y su demostración de que ni el thrash ni el death han agotado sus recursos, llegó al escenario Leaves’ Eyes. Realmente su propuesta melodramática no me parece de lo mejor. Pero resulta que, en un mundo de greñudos sudorosos, siempre es interesante ver a una mujercita como Liv Kristine en el escenario. Además, la trayectoria del señor Alex Krull (Atrocity) también merece echar un vistazo y poner un poquito de atención, aunque sea de lejos.
Obituary, la leyenda. Si escucharlos por primera vez resulta toda una sorpresa, el verlos actuar en vivo eleva esa sensación a la enésima potencia. Es asombroso que, luego de dieciséis años, John Tardy, el inconfundible vocalista, siga en tan buena forma. Trevor Peres saltó al escenario con una maltrecha stratocaster y una mirada desafiante que hacía juego perfecto con su playera que decía: “No cuestiones la autoridad”. Y eso hicimos: la autoridad de Obituary no se cuestiona, se disfruta.
Ya a oscuras, después de cerca de dos horas de death metal, el escenario se vistió (con manta, luces, y toda la cosa), para recibir a una de las bandas más populares (y metrosexuales) del power metal actual. Luego de unos minutos de oscuridad y una rola de alguna banda sinaloense (por extraño que parezca) Tobias Sammet y compañía aparecieron en un escenario preparado especialmente para ellos. Edguy una auténtica show-band. Los músicos bailan, hacen bromas, juegan con la audiencia… divertidos los tipos, pues. Lo único malo es que de setenta minutos que tenían programados, quince se les fueron en hacer jueguitos cuales payasos de fiesta infantil: que si este lado grita más que el otro, que si repiten lo que digo, etc.
En general, Edguy hizo una buena presentación. Algunos clásicos como Babylon no faltaron en su set-list aunque, en lugar de su show interactivo, bien pudieron echarse otro esperado como Fairytale. En fin, Edguy (con todo y que Tobi es todo un rock-star) se entregó en el escenario, y obviamente no faltaron comentarios y bromas acerca de los afeminados movimientos del vocalista.
Hellfire Tobi ofreciendo al público el coro de Babylon
Ya eran las ocho de la noche, estaba devastado luego de diez horas de actividad física extrema (sin contar la desvelada para llegar a tiempo al aeropuerto), cuando una figura lánguida apareció de la nada en el escenario… El rock (a grandes rasgos) como es. Una batería cortesía del señor Brian Dixon, un bajo rickenbacker alucinante de Leo Smee, una guitarra sin pretensiones del maestro Gary Jennings y la voz, sin arreglos, sin adornos, la pura voz y presencia de el jefe Lee Dorrian. Jamás imaginé poder ver alguna vez en vivo, en México, a los amos del doom: Cathedral. Increíble: cuatro músicos sin nada más que su música, como debe de ser. Nada de ostentaciones, sólo ellos y su música. Extraordinario el poder escuchar en vivo rolas como Soul Sacrifice y el clásico Hopkins (The Witchfinder General). No hay palabras, de verdad, para describir un acto tan sublime y honesto.
El Maestro, leyenda viviente, El Señor Lee Dorrian
Tras setenta minutos de puro doom, el escenario volvió mágicamente a los buenos momentos del metal y del rock & roll: sexo, alcohol y puro placer con el señor de señores ¡Udo Dirkschneider! Por primera vez el vocalista alemán, de 54 años, pisó suelo mexicano para provocar la más sincera de las entregas del público. Udo canta como nadie. Ese tono inconfundible parece no cambiar, no acabarse con el tiempo. Recordamos momentos que pensamos jamás viviríamos (sic), cuando el veterano guitarrista Stefan Kaufmann inició las notas de Metal Heart, todo un himno para los amantes del vocalista de una banda básica para entender el metal actual: Accept. Udo y Stefan, en algún momento pertenecieron y dieron forma a la leyenda alemana del metal. Udo nos dejó un excelente sabor de boca y las ganas de seguir en el rock hasta que tengamos su edad.
Señoras y señores: ¡U.D.O.!
Luego del éxtasis y de cantar Fast as a Shark, en el escenario alterno se presentó la banda mexicana más interesante de la noche: Maligno. Excelente que la escena nacional cuenta con bandas como esa, que a pesar de la adversidad hacen bien las cosas.
El final del festival fue El Final. Oscuridad total y de las gigantescas bocinas se dejó escuchar: “The field is lost Everything is lost…” para que aparecieran Hansi Kürsch, Marcus Siepen, Andre Olbrich y Frederik Ehmke, y empezaran su participación estelar con Into the Storm. Blind Guardian, en México tras cerca de ocho años de ignorarlo, por fin para los fans de Monterrey y para todos los demás que viajamos con el único fin de pasar un día inolvidable. El guardián ciego simplemente elevó a la audiencia a lugares insospechados del placer musical. Aunque muchos dicen que fueron la gran decepción del festival (lo que mucha expectación causa, acaba mas o menos en pavorosas decepciones), la simple presencia de los alemanes y su entrega (a pesar de la aparente enfermedad de Hansi quien, ciertamente, no estaba al cien por cien de su capacidad vocal), me bastaron para darles las gracias.
El público se entregó sin preguntas a la propuesta de Blind Guardian: evitar el final de Valhalla cantando el coro y produciendo sonrisas de los Guardianes, fue la máxima demostración de que el grupo alemán nos debía una. Ni hablar de escuchar a los miles de asistentes cantar The Bard’s song, para la cual, como los bardos, sólo se hicieron acompañar de una guitarra acústica. Definitivamente, los alemanes se fueron anonadados y con ganas de regresar (los rumores apuntan al primer semestre del 2007) en mejor estado y con más tiempo sobre el escenario.
Eran cerca de la una de la madrugada cuando sonó el último acorde de Mirror mirror, las luces se encendieron, y el festival terminó.
Yo, devastado. Cansado, con los oídos completamente hinchados de tanto metal, las piernas insensibles y el cuello pidiendo clemencia luego de tanta agitación.
En general, un gran festival: un cartel de lujo, la organización (aunque dejó algunas cosas que desear) bien lograda y el sonido perfecto. El Monterrey Metal Fest tiene madera para convertirse en uno importante a nivel mundial: los organizadores (aunque pedantes) lograron juntar a bandas que jamás hubiéramos podido disfrutar juntas en México.
Lo peor, podríamos decir, fue la asistencia. En realidad muy poca gente. Por un lado es entendible: Monterrey está lejísimos y muchos metaleros viven en el centro del país. Pero por otro lado, es el único festival de esta envergadura en nuestro país. Más vale ahorrar para el 2007.
Después de más de 14 horas de metal, me cayó el veinte: estaba en Monterrey… "¿y ora, qué hago hasta el lunes?" Ja ja
j.AlfonsoValencia B
23 novimebre 2006
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