Hace aproximadamente veintidós años y algunos meses, mis padres decidieron que, tras dos años de matrimonio (y ante el fracaso de los hermanos de mi papá en el asunto de procrear varones para preservar el apellido), era justo hacer la intentona. Por un lado para tener alguien en quien volcar todo eso que “no lograron ser por lo anticuado de sus padres”. Por otro lado, planificando el chivo expiatorio de sus posibles tropiezos en su relación de pareja. Pero la verdad, para ver feliz al abuelo que tanto anhelaba un nieto que orgulloso portara su apellido y su afición por el color azul y el whiskey.
Mi mamá comenzó a sufrir las preciosidades del embarazo (esas que cuentan de vómitos, mareos y antojos) en el funeral de su suegro… Lástima, desde el cielo (que es azul), debe de estar observando si estoy haciendo bien con su apellido (pues con eso del whiskey no hay duda alguna...)
El caso es que alguna noche del octubre de 1983, mis padres atacaron el colchón de algún hotel de Guanajuato bajo una de esas lunas que inspiran tanto a parejas a hacer el amor, como a licántropos a sacar su lado bestial… o al revés.
Nací entre géminis y cáncer el 22 de junio de 1984, de ahí que a veces me comporte como un sujeto con tenazas que camina hacia atrás o un cangrejo que de día muy temprano tiene que checar y de noche se convierte en el terror de las sirenas.
Obviamente, cada que la tierra pasa por el punto por el cual viajaba cuando yo nacía (aproximadamente cada 365 días) se me da por festejar la complejidad del ciclo astral. Al principio, los primeros 2 o 4 años, mi madre se encargaba del evento y todo resultaba adorable e incluso se entregaba a los invitados adorables (e inútiles) artefactos para que no olvidaran la celebración.
Poco a poco las riendas del festejo cambiaron y cuando supe cabalgar por los senderos del disfrute, mis padres dejaron de encargarse y mis invitados dejaron de llevarse a casa un inútil recuerdo “gracias por acompañarme” y lo cambiaron por un incomparable dolor de cabeza, signo ignominioso de una resaca, producto de una borrachera devastadora.
Ahora, festejo de otra manera.
El año pasado todo fue desastre.
Este año todo es distinto.
Mis padres suponen que he madurado un poco. Yo lo dudo mucho pero no les digo pues no quiero dejar de recibir su mecenazgo.
Mi recámara ahora huele a lo que me gusta: fijador Kodak y Sangre de Cristo (ésta última no es nada más que vino tinto barato directo de Cuatro Ciénegas Coahuila). Y de las bocinas de mi precario modular sale un hilo de color azul del que cuelgan las notas de la virtuosa improvisación de Michael Brecker.
Y quiero interpretar este ambiente de resurrección como un ave de buen agüero.
Hay que ver la vida como este tremendo solo de Brecker. Ni él ni su grupo ni el escucha, saben cuándo ha de terminar la rola. Todo es improvisación. Una perfecta improvisación, adivinación más o menos del siguiente movimiento. Una compleja estructura escondida en lo que parecen notas dispersas y movimientos aislados. Eso es la vida.
Festejo mi siguiente compás.
Salud.
j. Alfonso Valencia
4 comentarios:
...la madre de forest gump debería leerte. pienso que te citaria con gusto, (y ojalá lo hiciera), para sustituir su propia percepción de la vida como "...una caja de bombones... [porque] nunca sabes cuál te va a tocar agarrar...") ...definitivamente me quedo con la vuestra.
y no porque Brecker la haya inspirado... sino porque como verdadero acto de fe, después de leerte, creo que la vida sí es así como lo dices...
la belleza en la ejecución (aparte de ser subjetiva) es producto de múltiples factores... vos lo sabés... pero no podría hablarte de técnica, de virtuosismos ni mucho menos en esta alegoría de la vida.
así que me limito a brindar con vos, por vos y cada compás en esta EP vuestra, que ojalá se prolongue por muchísimo tiempo más (y lo trascienda)... un abrazo.
ya se me hacía raro que no hubieras convocado a la pachanga, en fin, felicidades, sobre todo por haber decidido permanecer vivo un año más en esta tierra yerma y desolada.
Me uno a las felicitaciones por tu aniversario en este planeta y me parece que deberías darle m más espacio a Betty Blue en tu blog rinconero (todos tenemos a alguien así -yo, alguien que es tiempo y playa-, o al menos todos los que no tenemos abnsolutamente nada que hacer, miles de horas e tiempo libre, y encontramos que los blogs son como muros para graffitear). Y aquí te graffiteo tu muralla
De tu último cumpleaños para acá no nada más cambiaste tú, también tu programa y me parece que para bien. Ya lo hiciste tuyo, ya es el Valencia hecho radio, ya es la música que vomitas en discos y guitarra y los sonidos de tu recámra, el Sangre de Cristo y algo de Miles Davis que hay siempre en esas reuniones de las cuales me parece que habría que hacer otra pronto.
P.D.: Y no digas que no se comunicaron contigo cuando yo te mandé un mensajote, aunque quizá mis problemas con los celulares trascienden marcas, modelos y números y tecnologías no te haya llegado.
P.D.2: No voy a firmar esto, ya debes saber quién soy, y si no, no te será difícil averiguarlo.
un año donde los nùmeros al parecer no tiene limites y las arrugas brotan como las flores de mi jardìn.
(No fue tan malo tu festejo pasado)
Bueno al menos yo bebi y bebi celebrandote y disfrutando de ese chipi chipi con vino barato y mucha lluvia...
Uno mas que agregar y una menos que contar...
brinde por alfonso ...
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