El verdadero Sanctorum

De regreso de una de las más exhaustivas series de conferencias y pláticas, (pues digo, Néstor García Canclini no se anda con “pues no sé cómo explicarlo” o “ustedes entienden, ¿no?”)*, en la maltrecha carretera llena de retroexcavadoras y largas filas de lentísimo camiones, vislumbré un letrero que me llevó a la siguiente reflexión:

¿qué sucede con los títulos y conceptos metaleros?

Antes de continuar, deben ustedes saber que: junto al jazz, el metal es mi hit.

Pero, realmente, el movimiento metalero es muy, muy chistoso. Toda la parafernalia del fanático es realmente interesante y en algunos casos, hasta tierna.

Desde los que se pintan la cara como osos panda, los que se creen escandinavos, los que creen que el metal es un género culto (lo que sea que eso signifique), hasta los que hacen del rock su estilo de vida, en fin.

Y digo, no se trata de una simple observación, yo participo en el ritual: mi cabello es largo pues no hay nada más reconfortante que el headbanging en un buen concierto. Y bueno, el headbanging (al igual que la air guitar) es una de las costumbres más ocurrentes y sin sentido de la parafernalia metalera.

Los nombres de las bandas y los títulos de las producciones también contribuyen a la formación de la cultura del metal. Desde los lugares comunes de la epopeya y la guerra (Rhapsody, Virgin Steele, Manowar), la violencia explícita (Bloodbath, Infestdead) hasta la propuesta cuasi filosófica (Pan.Thy.Monium, In the woods), y pasando por muchos etcéteras.

Y realmente, por cuestiones geográficas, antropológicas y sobre todo culturales y de clase, algunos de estos conceptos se escapan a nuestro entendimiento.

Algunas bandas recurren a excesivos y obtusos términos para sus letras e incluso para sus nombres. Un ejemplo claro de esta manía es la banda liderada por Christofer Johnsson: Therion.

Entre sus complicadísimos títulos podemos encontrar: The Ritual Dance Of Yezidis, Lepaca Kliffoth, Enter Vril-Ya, Riders Of Theli, y uno de mis favoritos: Beyond Sanctorum.

Ahora, sé que muchos de ustedes son expertos en la materia y/o fanáticos de tan genial banda y hasta este punto seguramente han pensado que soy un ignorante.

Ok, es relativamente fácil acceder a los secretísimos conocimientos del señor Johnsson. Pero, realmente, el ocultista deseo de mostrarnos sus secretos, no es práctico ni asequible a nosotros, a miles de kilómetros de distancia.

O sea, para llegar al conocimiento, nos hacemos preguntas prácticas como: ¿Quién es Yezidis?, ¿Theli es un caballo?, ¿Vril-Ya es una enorme puerta? ¿Dónde está?...

Y es así como la duda nos lleva al conocimiento (es decir, honramos a Descartes).

Después de dudar e indagar, llegamos al conocimiento y aprendemos que, por ejemplo, Vril-Ya es un concepto ocultista para “La Tierra” y que Sanctorum viene del latín, y significa “de los santos”. Y, según la RAE: en Filipinas, cuota con que, como limosna para sostenimiento del culto parroquial, contribuía cada individuo de la familia, natural o mestizo, desde que cumplía 16 años.

Pero “Beyond Sanctorum” (más allá de Sanctorum), no es un lugar más allá de los santos, ni mucho menos algo más que una contribución a la iglesia filipina. Estoy seguro, segurísimo, que es un lugar bien feo. Y está en México, en Tlaxcala para ser más exactos. Si no me creen, chequen el letrero.

Lógicamente, “Beyond Sanctorum” es un poco más allá del pueblito que marca el anuncio.

p.d. si les interesa en algo el asunto de la exhaustiva serie de conferencias y pláticas con Michel Wieviorka, García Canclini y más, den clic aquí.

j.AlfonsoValencia B