Las cosas buenas de la vida se cuentan con las pocas manos que nos dio la evolución. Como adivinando que las adversidades serían muchas y los placeres pocos, el diseñador corporal nos dotó sólo de diez dedos: para no olvidar lo que, merecidamente, es inolvidable.
A mí este año se me andan acabando los dedos… Empecé con Evergrey, luego Jonas Hellborg con IA Ekhlund, después (dios volcado al piano) Chick Corea y ayer, ayer hubo oferta del destino: Arjen Anthony Lucassen y Anathema.
Justo cuando pensé que el shock de Stream of Passion sería insuperable: con esa cualidad tan propia y tan suya de provocarnos los más estelares viajes sin sustancias prohibidas, con ese virtuosismo y elegancia de los grandes hombres (Arjen, de facto, es grande), con esa magia implícita en lograr las estructuras imposibles para nuestra ubicación geográfica (o, ¿quién imaginó alguna vez escuchar en vivo “The Castle Hall”?)
Justo cuando el Circo Volador se encontraba de plano volando por un universo inexplorado que es la mente del gigante holandés, por cuestiones de tiempo tuvimos que forzar el aterrizaje para que de mis labios saliera un: a ver, inglesitos superen eso… (con todo y que los esperaba desde que tengo uso de razón musical).
Cinco minutos antes me cayó el veinte: Anathema estaba a punto de subir al escenario.
Los citados llegaron para plantar nuestros pies en la tierra. Nos bajaron en menos de dos acordes (de Shroud of False) de ese universo en el cual las estrellas se vuelven infinitas líneas de luz. Anathema se encargó de hacer fade out a la ilusión para dar paso a la inevitable realidad: somos seres mortales y jamás recorreremos el espacio… y peor: jamás entenderemos las canciones del océano.
Así pues, luego de haber recorrido durante más de una hora el cosmos, Vincent me recordó que por más que experimente felicidad, no serán más que destellos: soy infeliz. Y así, es como prácticamente me sorprendí una lágrima al escuchar Lost-Control y bueno, recordé tantas cosas perdidas y simplemente me dejé llevar a esa isla de paz temporal que construyeron con las justas notas musicales.
Una noche mágica. De lo mejor de mi vida, y créanme, eso es mucho decir. En una misma noche el músico que más admiro y la banda que más me llega. En una misma noche, en un momento la magnificencia de las estrellas y esa sensación de mágica levitación, y en otro la noche, simplemente la noche, esa noche que te obliga a volverte al cielo y sentir que, de verdad, las estrellas están muy, muy lejos.
j. Alfonso Valencia B.
2 comentarios:
Que lindo tu review ! Fue increíble ese concierto, de lo mejor que he vivido.
ayer fui a un concierto, fui a El Concierto.
y por un instante nada faltaba. estaba la felicidad, y sin falla, la nostalgia.
en un rato se conjugó todo lo que deseaba en el universo... y cada letra y cada nota llegaba al lugar preciso de mi ser... y no sé, pero creo que por algún don de ubicuidad, llegaban también a los sitios precisos de cada uno de los que estábamos ahí... ¿le llamaste magia?
Publicar un comentario